Cuando oímos hablar acerca de la “trata de seres humanos” o “compra-venta de personas”, pensamos en películas de romanos, en tiempos de
guerra y esclavitud, o pensamos en países subdesarrollados donde todavía hoy
existe un comercio ilegal de personas. Lo cierto es que no podríamos imaginar
que algo parecido pudiera haber ocurrido en nuestro país, en España, hace no
tantos años…
¿Podríamos haber sido víctimas
de uno de estos delitos?
Entre los años 50/90 y con especial intensidad durante los años 70,
cientos de niños recién nacidos fueron sustraídos de sus padres para ser
vendidos, como si de cachorros de una camada se tratase. Mientras tanto, sus padres pensaban que sus
bebés habían nacido muertos. Las cantidades que los padres adoptivos abonaban
por los niños sustraídos oscilaban entre los 300 y los 1.500 euros (de 50.000 a
250.000 pesetas de la época), con casos en los que se llegaron a pagar hasta
6.000 euros, (un millón de pesetas). Parece mentira que se le pueda poner
precio a una persona o a una vida, sobre todo teniendo en cuenta el sufrimiento
que se causó a tantas familias que lloraron la muerte de sus hijos.
A día de hoy, y después de tantos años, han ido saliendo a la luz
numerosos casos de niños robados y muchos padres que en su día recibieron la
noticia de la muerte de su hijo al nacer, y que no tuvieron la oportunidad de
ver el cadáver y ni siquiera recibieron ninguna otra explicación, se preguntan
si tal vez fueron víctimas de esta trama. En España se han realizado ya varias
exhumaciones judiciales por este motivo, y todavía quedan cientos de denuncias
sobre la mesa. Una de ellas, realizada el pasado mes de julio en el cementerio
de Estepona (Málaga), desveló una osamenta completa que por el tamaño de sus
huesos y las hendiduras de sus dientes, pertenecía a un bebé de varios meses de
vida, y no a la niña recién nacida que supuestamente había muerto hace 30 años.
En otras, ni siquiera se encontraron huesos, aunque sí algunos restos como la
pinza del cordón umbilical, o la pulsera de identificación.
Quienes participaron en aquella trama han guardado silencio hasta
hace unos meses, cuando uno de los implicados dio la cara convirtiéndose en
uno de los pocos testigos que avalan las denuncias presentadas por los
afectados. Se trata de un conductor de funeraria, que reconoció haber llevado
féretros vacíos a muchos entierros entre los años 1979 y 1988. Según declara
este hombre, recibía llamadas del Hospital Materno Infantil de Granada para
prestar sus servicios por unos niños supuestamente fallecidos, él acudía con su
ataúd y allí le decían que cogiera un paquete, lo introdujera en el ataúd y le
diera sepultura, entregándole un certificado de muerte. –“Pero había algunos
paquetes que no pesaban ni 200 gramos”- explicaba.
Todo este escándalo ha llegado al Ministerio de Justicia, y el
pasado 6 de marzo el ministro Alberto Ruiz Gallardón declaró que al margen de
cómo evolucionasen las denuncias de los afectados por la causa de los niños
robados, el Estado asumiría la obligación de localizar a estas personas que
fueron sustraídas de sus familias al nacer. Ya se han iniciado investigaciones
en el ministerio y se estudia la posibilidad de que exista una instrucción
general dirigida a las fiscalías provinciales para establecer unas pautas de
actuación en todos estos casos, y lograr así una mayor agilidad en los trámites.
Mientras tanto, la profusa polémica que se ha despertado en torno a este tema plantea
dudas sobre si la pena que se impondrá a los responsables, será lo
suficientemente justa, y sobre si debe juzgarse conforme a los criterios de la
ley de entonces o de la de hoy. El cardenal de Barcelona ha declarado al
respecto que “la que prepara el Ejecutivo se queda corta, porque se ve que
nuestra sociedad no valora la vida suficientemente”.
Sea como fuere, lo impactante de todo este tema
es que algo así haya podido ocurrir en un Estado como el nuestro, sobre todo
después de la implantación del Estado de Derecho, supuestamente fundado en la
legalidad, la igualdad y la solidaridad. Si se han cometido tales atrocidades
que hoy juzgamos como inhumanas en un pasado tan cercano, quién sabe cómo
juzgará la sociedad del mañana ciertas barbaridades que todavía se cometen hoy
en día, algunas de ellas incluso consentidas por la ley, que lejos de reflejar
la voluntad del pueblo, como se ha demostrado en varias manifestaciones
multitudinarias, representan un sistema decadente y desvirtuado.
Roger Osom
Sorprendente la encuesta!
ResponderEliminarCon una clara respuesta mas votada.
Pero con un reparto de puntos tan importante que demuestra inquietud cuando menos..